Peonzas, trompos y unas cañas

Estaba por el centro de Madrid la semana pasada, con la cámara al hombro, buscando fotos, (estoy haciendo un reportaje de bares castizos) cuando salí de uno de ellos a echarme un cigarrito, en la puerta se paró un matrimonio y empezaron a comentar entre ellos, datos técnicos de la fachada del bar.

Peonzas, trompos y unas cañas

Su acento les delataba, ese tono andaluz me hizo entablar conversación con ellos.

De Antequera, me dijeron, el Sebastian, ella Carmen, empezamos a charlar de bares típicos por Madrid, les recomendé un par y después de un rato, les dije que sí les importaba que me fuera con ellos, accedieron y fuimos al museo del jamón ( ya se que no es muy típico, o sí, pero la tosta con jamón y tomate, merece la pena).

Durante el breve paseo, Sebastián me dijo que era arquitecto y Carmen profesora, pero que lo que más le gustaba a Sebastián eran las peonzas y los trompos, incluso tenían  una colección-museo en su ciudad y  hacían visitas a colegios, impartía conferencias en Congresos Educativos de Experiencias Didácticas, para promover el conocimiento de los Juegos Tradicionales y del Trompo en particular.

En el bar seguimos charlando sobre peonzas y trompos y claro, me quede helado y como mi cara es muy expresiva, pues Sebastián empezó a sacar peonzas de su pequeña mochila y jugar con ellas, para mi sorpresa y la de todos los que estábamos en en bar.

Es curioso, que algo tan sencillo, cómo comunicarte con alguien en la calle, pueda ser tan enriquecedor.

Cuando salimos del bar, un hombre de mediana edad, me comento así como por debajo ” oye, cuida a este señor, que hay pocos como él “, nos despedimos y este matrimonio de Antequera se fue para un lado y yo para otro, me fui pensando en la cara de Sebastián cuando tenía una peonza en la mano, de la cara de Carmen, imaginaba la de veces que le había oído dar explicaciones sobre las peonzas y los trompos, pensaba en la felicidad de las cosas sencillas.